Durante los procesos de cambio, cuántas veces habré escuchado con hastío: “es que no tengo fuerza de voluntad!”.
Y cada vez que lo escucho, mis indicaciones son las mismas: La fuerza de voluntad puede ser una muy mala idea de la cual partir para conseguir cambios.
El concepto de fuerza de voluntad parte de un cuestionamiento hacia costumbres asentadas.
Pensemos, por ejemplo, en el tabaco:
Una persona que quiere dejar de fumar; Calculando que fuma 10 cigarros al día, que son 70 a la semana, 280 al mes, añadiendo algunos más de los fines de semana, suman más de 300 cigarros mensuales.
300 mensuales quiere decir que tendrá que enfrentarse al menos 300 veces a su fuerza de voluntad, ¡cada mes!.
¿Cuántas veces se permitirá fallar antes de frustrarse y abandonar?. “Luchar” contra la fuerza de voluntad, es un camino sencillo para encontrarse de frente con la frustración.
¿Entonces?
La clave, el primer cambio de chip para el cambio, se encuentra en centrarnos en la decisión.
La decisión, a diferencia de la fuerza de voluntad, funciona positivamente en dirección al objetivo, no a la inversa. Dentro del proceso existirán fallos, pero tanto estos como los aciertos, conducen hacia el objetivo.
Trabajar los procesos motivacionales a través de la decisión, es el principio del éxito.
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