Hambre Físico y hambre emocional
El hambre físico es un proceso por el que nuestro cuerpo nos informa que las células deben recibir energía de nuevo y necesitan comida y agua para ello. El hambre emocional es, simplemente, cuando una emoción precede a la conducta de comer y, aparentemente, éstas no deberían tener relación.
Nuestra alimentación ha cambiado enormemente en los últimos años, así como nuestro ritmo de vida. Actualmente siempre tenemos disponible una gran cantidad de opciones para alimentarnos, y en un mundo en que todos parecemos ir siempre con prisa optamos por las opciones más rápidas y fáciles de preparar.
Por otro lado, el cambio en nuestro ritmo de vida ha influido también en las emociones que experimentamos, la presión a la que estamos expuestos suelen generar sensaciones relacionadas con estrés y ansiedad en muchas personas. Sin embargo, ¿hay una relación consecuente entre las emociones y el hambre? ¿Es la conducta de comer la más adecuada que debe seguir a ciertas emociones? ¿Por qué sucede esto?
Esta relación suele suceder por el conocido “piloto automático”, cuando no somos conscientes de lo que comemos, o lo hacemos de manera automática. Las personas sabemos, por naturaleza, mantener nuestra salud en unos niveles óptimos, lo que puede impedirlo es el modo de hacerlo automático, la influencia que pueden tener las emociones en ello (estrés, ansiedad, aburrimiento, tristeza, culpa…) y cómo podemos llegar a ver la comida/ejercicio como un enemigo o una vía de escape, en vez de un aliado que puede ayudar. Si esto ocurre, pensamos en ello después de haber comido y entonces aparecen pensamientos de reproche y culpabilidad como: “debería haber comido menos”, “ésto no es muy sano”, “me había prometido cuidarme más”, etc.
¿Por qué sucede esto? En este proceso suele existir un vacío emocional de algún tipo y, lo que pretendemos a la hora de comer de esta manera compulsiva y automática, es llenar ese vacío. Pero, cuidado, llenar ese vacío con algo que no es una emoción, sino con comida.
¿Cómo podemos observar ese vacío y darnos cuenta de qué es? Observa tus emociones. Préstate atención, probablemente descubrirás que, justo antes de sentir la necesidad de picar, lo que te invade es una sensación de frustración, tristeza, aburrimiento, confusión, irritación, ansiedad, rechazo, inseguridad, impaciencia… o similar.
Los pasos a seguir para detectar este proceso son:
- Reconoce tus emociones, sensaciones y pensamientos
- Obsérvate antes y después
- ¿Se trata de hambre emocional o físico?
- Da salida a tus emociones
Esta sensación suele prevenir de la mente, y no del estómago, es por ello que lo llamamos hambre emocional, y no físico. La necesidad de comer está, así, relacionada sobre todo con sentimientos desagradables, y se produce porque la comida relaja y calma. Comer puede convertirse en la manera de silenciar las emociones incómodas, en una manera de evitar enfrentarse y escapar de los problemas.
La atención consciente y la práctica de Mindfulness pueden ayudar en este proceso de toma de consciencia y equilibrio emocional y físico, desactivando el piloto automático, centrándonos en el momento presente, en qué comemos, explorando esas sensaciones, el cómo sabe, cómo nos hace sentir, qué aporta a nuestro cuerpo… Ser consciente a la hora de ingerir nuestros alimentos, de los procesos que nos llevan a cambiar nuestros hábitos de vida (ejercicio o ingesta), o de las razones que nos pueden llevar a comer más o menos, son algunos de los aspectos que se trabajan cuando tomamos una actitud consciente alrededor de cómo nos cuidamos.
Los cambios bruscos no son necesarios al principio, podemos prestar atención a nuestra alimentación, y así ir notando cómo al ser más conscientes de lo que comemos, de cómo esto beneficia o daña a nuestro organismo, los cambios vendrán solos, porque eso nos hace sentir bien, contribuye a un mayor estado de salud y bienestar.